Prevenir que Occidente conozca la Jihad – Walid Phares

Didáctico artículo de Walid Phares sobre la jihad y lo que realmente es, a continuación el artículo completo:

En los años que siguieron al 11 de Septiembre, dos fenómenos han venido caracterizando el entendimiento del público occidental de la ideología terrorista. La primera característica se deriva de las declaraciones realizadas por los propios jihadistas. Más que nunca, los militantes islamistas y los grupos jihadistas no pierden comba afirmando, aclarando, explicando y detallando el significado de su aqida (doctrina) y sus intenciones de aplicar el jihadismo por todos los medios posibles. Desafortunadamente para ellos, no obstante, esos medios extremadamente violentos alteraron a la opinión pública mundial: el público ahora está convencido de que la ideología del jihadismo existe, y de que sus adherentes hablan en serio en todo el mundo.

Desde Aymán al Zawahiri en árabe hasta Azzam al Amriki en inglés de acento americano, pasando por todas las grabaciones realizadas por «mártires» en Gran Bretaña, Irak o Afganistán, el público obtuvo todas las pruebas necesarias. En contra de toda la literatura académica fraudulenta de los años 90, las declaraciones de los propios jihadistas son muy convincentes.

El segundo fenómeno de ayuda al público fue la aparición de la nueva literatura redactada por académicos, analistas, periodistas, expertos e investigadores alternativos que, procedentes de distintos países y contextos, llenaron algunos de los vacíos en «estudios jihadistas”. Difundiendo libros, artículos y blogs desde Europa, la India, Oriente Medio y Norteamérica, una clase académica mixta nacida en el Tercer Mundo y formada en Occidente comenzó a proporcionar «la pieza que falta» en cuanto a qué es realmente el jihadismo. Estos factores se unieron para alterar el debate, de «la jihad es un yoga espiritual» a «¿por qué no sabíamos que es también algo más?» Y esto ha provocado en respuesta una de las tentativas más recientes por impedir que se comprenda la jihad.

En los años que siguieron al 11 de Septiembre, dos fenómenos han venido caracterizando el entendimiento del público occidental de la ideología terrorista. La primera característica se deriva de las declaraciones realizadas por los propios jihadistas. Más que nunca, los militantes islamistas y los grupos jihadistas no pierden comba afirmando, aclarando, explicando y detallando el significado de su aqida (doctrina) y sus intenciones de aplicar el jihadismo por todos los medios posibles. Desafortunadamente para ellos, no obstante, esos medios extremadamente violentos alteraron a la opinión pública mundial: el público ahora está convencido de que la ideología del jihadismo existe, y de que sus adherentes hablan en serio en todo el mundo.

Desde Aymán al Zawahiri en árabe hasta Azzam al Amriki en inglés de acento americano, pasando por todas las grabaciones realizadas por «mártires» en Gran Bretaña, Irak o Afganistán, el público obtuvo todas las pruebas necesarias. En contra de toda la literatura académica fraudulenta de los años 90, las declaraciones de los propios jihadistas son muy convincentes.

El segundo fenómeno de ayuda al público fue la aparición de la nueva literatura redactada por académicos, analistas, periodistas, expertos e investigadores alternativos que, procedentes de distintos países y contextos, llenaron algunos de los vacíos en «estudios jihadistas”. Difundiendo libros, artículos y blogs desde Europa, la India, Oriente Medio y Norteamérica, una clase académica mixta nacida en el Tercer Mundo y formada en Occidente comenzó a proporcionar «la pieza que falta» en cuanto a qué es realmente el jihadismo. Estos factores se unieron para alterar el debate, de «la jihad es un yoga espiritual» a «¿por qué no sabíamos que es también algo más?» Y esto ha provocado en respuesta una de las tentativas más recientes por impedir que se comprenda la jihad.

En los años 90, la literatura de apología intentó convencer a los lectores y la audiencia de Occidente de que la Jihad era «exclusivamente experiencia espiritual, y no una amenaza» [1]. Esa explicación ha sido hecha pedazos ya por Bin Laden y Ahmedinijad. De modo que en la era post-11 de Septiembre ha evolucionado una segunda estrategia para retrasar el entendimiento público del jihadismo y así ganar tiempo para que sus fieles logren sus objetivos. Se podría denominar estrategia «del poli bueno, poli malo«. A lo largo de los últimos años, ha comenzado a echar raíces en Washington y el resto del aparato de la defensa nacional una versión nueva. Un grupo de académicos y grupos de presión están difundiendo la idea de que en realidad, la Jihad se puede desarrollar de dos maneras: la Jihad buena y la Jihad mala.

La práctica de no utilizar “Jihad” y “jihadismo” era defendida recientemente por los académicos de la National Defense University [2] que basaban sus argumentos en un estudio difundido por un miembro de un lobby de Washington, Jim Guirard.[3] El 22 de junio del 2006, Jim Garamone, escribiendo para el servicio de prensa de las fuerzas americanas, publicaba el estudio de Douglas Streusand y Harry Tunnel bajo el título «Los términos árabes pobremente interpretados pueden promover la ideología del enemigo«. Streusand decía a la CNN que «Jihad es un término de importancia enorme y positiva en el islam. Se define comúnmente como lucha o esfuerzo de lucha, y puede significar una lucha interna o externa por la fe”. [4]

El artículo fue publicado bajo el título «La ignorancia cultural conduce al uso erróneo de términos islámicos» por la organización islamista radicada en Estados Unidos CAIR. [5] Desde entonces, «el concepto» de desviar la atención del estudio del jihadismo ha penetrado en grandes segmentos de los círculos de la defensa y es omnipresente en el estamento académico. Más problemático no obstante es el hecho de que académicos que han visto la amenaza estratégica de al-Qaeda y Hezbolá hayan caído desafortunadamente en la falacia de la Hiraba. El profesor Michael Waller, del Instituto de Política Mundial de Washington decía recientemente que «la Jihad se ha visto secuestrada«, al tiempo que basaba su argumentación en los escritos interesados de Jim Guirard.[6] Satisfechos con que esta tendencia eche raíces en los círculos de la Inteligencia de defensa de América, los intelectuales y activistas islamistas se están precipitando a apoyar esta táctica nueva.

La guerra santa buena es cuando las autoridades políticas y religiosas acertadas la declaran contra el enemigo correcto y en el momento adecuado. La Jihad mala, también llamada Hiraba, es la guerra incorrecta, declarada por personas malas (e irresponsables) contra el enemigo inadecuado (por el momento), y sin la autorización oportuna por parte de la «verdadera jefatura» musulmana. Según esta tesis, los musulmanes que emprenden la Hiraba, la guerra santa mala, se llaman mufsidún, «expoliadores» en árabe. Los defensores de esta ridícula farsa recomiendan que Estados Unidos y sus aliados dejen de llamar a los jihadistas por su nombre y de identificar el concepto de jihadismo como el problema. Sostienen en definitiva que «la Jihad es buena pero los mufsidún, los malos y terroristas, estropearon el sentido legítimo original”. [7]

Cuando se investiga, resulta que esta teoría está inventada por los clérigos wahabíes del reino de Arabia Saudí y la Hermandad Musulmana como plan para evitar que la Jihad y el jihadismo sean presentados por la comunidad internacional y Occidente como actividades ilegales y por tanto punibles. A continuación se instruyó a los grupos de presión radicados en América y Occidente para que la extendieran dentro de Estados Unidos y particularmente dentro del aparato de seguridad y defensa. Tamaño engaño confunde más la percepción nacional norteamericana ante el enemigo y hunde a las democracias en el «agujero negro» de los años 90. Esta tentativa más reciente por nublar la visión de las democracias puede evidenciarse mediante el conocimiento de las estrategias y tácticas del terror jihadista, las conocidas como Taqiya, doctrinas de engaño y camuflaje. [8]

En primer lugar, el argumento de «la Jihad buena» plantea la pregunta para empezar de cómo puede existir un concepto de guerra religiosa legítimo en pleno siglo XXI.

Históricamente, la Jihad era «tan buena» como cualquier otra guerra religiosa de los últimos 2000 años. Si la «Jihad buena» es la que está autorizada por el califa y se dirige bajo sus auspicios, entonces los demás líderes mundiales también pueden emprender una «cruzada buena» a voluntad, mientras cuente con la licencia de la autoridad apropiada. Pero en la práctica, todas las guerras religiosas están proscritas por el derecho internacional, punto.

En segundo lugar, los autores de esta teoría inventada por los lobbys afirman que la Jihad mala se llama Hiraba. Pero en la historia árabe musulmana, la Hiraba (conflicto bélico sin autorización superior) tenía lugar cuando un grupo de guerreros se enfrentaba al enemigo sin órdenes del mando real. Obviamente, esto implica que está teniendo lugar realmente una guerra «genuina» contra un enemigo real, y que estos soldados impetuosos simplemente han actuado sin tener órdenes. Por este motivo, esta astuta explicación pone «el acento» en la Jihad, pero deja completamente intacta la idea central del jihadismo. Los «expoliadores» se salen del plan, atacan prematuramente, y causan perjuicio a los planes a largo plazo del califato. Éstos mufsidún «fallan» a sus superiores desatando una guerra por su cuenta en lugar de aguardar órdenes.

Este panorama conviene a las relaciones de los jihadistas globales, que son los regímenes y los grupos internacionales que planean ganar poder lentamente contra los infieles y el «impetuoso» Osama bin Laden. Así, los promotores de la teoría de la Hiraba y los mufsidún representan las opiniones de la Hermandad Musulmana y los wahabíes clásicos, en su cuestionamiento del «gran salto cualitativo» realizado por bin Laden. Pero al convencer a los occidentales de que al-Qaeda y sus aliados no son jihadistas verdaderos sino renegados, los defensores de esta escuela de pensamiento estarían haciendo que la visión de defensa occidental se empañase de nuevo con el fin de poder ganar más tiempo a manos de una oleada mayor y más poderosa de jihadismo que presagia su momento para atacar a su elección, bajo una dirección internacional coherente.

Una respuesta

  1. Es mas fácil que eso, la Jihad es un medio y los judíos la excusa, si no existieran excusas no podría existir ese medio, la finalidad es simple tener mas poder e influencia sobre las masas de poblaciones e incluso países como es el caso de Siria que siendo Sunnita esta prosternada al Shiismo, quizás incluso por medio algo mas como ingresos sustanciosos desde Irán al gobierno Sirio y a otros organismos o incluso a grupos que operan como promotores de esa Jihad que no solo va contra Israel y USA sino contra Occidente y muchos países Árabes que llaman infieles, lo que llaman Jihad es solo un medio seudo político que utilizan algunos exacerbados y mediocres pretendidos lideres para dirigir su causa particular y su fanatismo desencajado del mundo contemporáneo y de su evolución, pretendiendo encasillarlo y encerrarlo en un estado retrogrado y reprimido ante la presencia y la realidad de una historia que esta en constante evolución, como en todas las historias del mundo hay cosas buenas y malas pero de ninguna manera se puede censurar su realidad porque forma parte de su crecimiento.

    La Jihad prohíbe evolucionar, prohíbe que todos seamos diferentes lo cual es imposible, y prohíbe que la creación siga siendo lo que es un constante proceso de cambios sin intermediarios que asalten su curso natural y pretendan crear su particular mundo de sombras y bajo el yugo de la destrucción.

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