Cualquier crítica constructiva es más que bienvenida…Saludos
(Prometo hacer los próximos posts más cortos!!)
El siglo XX engendró tres sistemas totalitarios: el nazi fascismo, el comunismo y el islamismo. De los tres, el islamismo es el único sobreviviente. Así como el nazismo actuaba en aras de una superioridad racial y el comunismo en aras de una superioridad social, el islamismo actúa en nombre de una superioridad religiosa. Cimentado en una interpretación violenta de una religión violenta, portador de la única e irrefutable” verdad”, encadenado a un pasado de falsa gloria, antípoda de occidente, coleccionista de miserias humanas y enfermo de un odio que se propaga generación tras generación; el islamismo no está dispuesto a detenerse hasta que el último de los infieles se convierta en un soldado de Alá. Para lograr este objetivo, creó una fábrica de muerte: el terrorismo islámico.
El terrorismo islámico no tiene precedentes en la historia. No por su efectividad, sino porque en vez de ser un obstáculo, la muerte del terrorista es un instrumento para la materialización de la causa. De hecho, el proceso fabril consiste en deshumanizar, adoctrinar y fanatizar a los seres humanos hasta convertirlos en máquinas de matar. Una vez terminado, el joven ya está en condiciones de cargarse de explosivos, meterse en una pizzería de Israel y explotarse. Para completar el ciclo, el mártir es enterrado como un héroe, los ingenieros del terror lo utilizan como un ejemplo a seguir y, de esta forma, se renueva el stock de seres humanos dispuestos a matar y matarse en nombre de Alá.
Antes hicimos referencia a la democracia hebrea porque, a todas luces, fue el país más afectado por el terrorismo islámico. Sin embargo, si reducimos este fenómeno a la judeofobia o a su versión moderna, el antisionismo, nos quedamos muy cortos. Por más que los pacifistas dispuestos a sacrificar al judío de los países le den una mano al terrorismo islámico y con la otra se tapen los ojos, para los soldados de Alá la destrucción de Israel no es el fin; es solo el comienzo. De ahí que un tren de España, una discoteca de Mali, un centro comercial de Pakistán y cada vez más lugares hayan recibo la fugaz visita de “los jinetes de la muerte» que quieren imponer la Sharia en todo el mundo.
Después del atentado a las torres gemelas, occidente empezó a tomar conciencia del terrorismo islámico (solo temporalmente) y surgieron voces que trataron de explicar las causas de este fenómeno. La progresía ciega, alunada, atrasista, anti occidental, pro estupidez; no tardó en hablar de la “pobreza” que sacude a los países musulmanes, de la “discriminación” que sufren las comunidades musulmanas en todo el globo y de la “opresión” occidental hacia el mundo islámico. Para estos ilustres pensadores, tres palabritas mágicas bastan para explicar la nube de humo, cosa que da lugar a una conclusión bien clara: el calor de la reluciente kefia mezclado con el de la vieja boina les quemó varias neuronas.
Cuando los falsos intérpretes del terrorismo islámico sugieren que la pobreza es su causa, se olvidan de mencionar que en el mundo hay mil millones de personas que viven con menos de un dólar diario y no por eso están dispuestas a explotarse dentro de un micro escolar, ni a secuestrar un avión y estrellarlo contra un edificio, ni a utilizar chicos de 10 o 9 años para que luchen contra la “ocupación sionista”, contra la construcción de “asentamientos”, contra el “estrangulamiento económico” o contra cualquier slogan que permita aceitar los engranajes del odio (sobre este último punto, léase el Hamas). Por otro lado, las sociedades islámicas son mucho más ricas de lo que eran hace 60, 50 o 40 años, cuando el terrorismo islámico recién daba sus primeros pasos y no era, como es hoy, un fenómeno de proporciones globales. Entonces, vemos como la realidad es exactamente al revés de como es presentada en el discurso progre: mientras más ricas se hicieron las naciones cuna del terrorismo islámico – como consecuencia del boom petrolero -, mayor fue el número de personas transformadas en máquinas de matar.
Lo de la discriminación es un verdadero insulto a la razón humana. Cuando hablamos del Islam, estamos hablando de un profeta que mató a gente por criticar su religión; que incitó a los musulmanes a conquistar tierras controladas por cristianos, hindúes, budistas y judíos; que esclavizó a chicos y violó a mujeres capturadas en el campo de batalla. Estamos hablando de un libro “sagrado”, el Corán, donde en más de 500 oportunidades Alá denota su odio contra aquel que no es musulmán. Estamos hablando de 1400 años ininterrumpidos de Jihad o guerra santa contra el resto de las religiones. Estamos hablando de una religión que considera que “el paraíso de la mujer se encuentra debajo del pie del hombre” (en palabras de Mahoma), que castiga con azotes a los que beben alcohol y condena con la muerte a los “herejes” . Realmente, hay que ser muy ignorante o muy caradura para decir que los soldados de Alá son víctimas de la “discriminación occidental”.(Para más información sobre el Islam, entrar a thereligionofpeace.com ).
Además, el mismo argumento que utilizamos para refutar la cuestión de la pobreza es válido para este caso. Si la discriminación fuera la causa del terrorismo islámico, todas las minorías que se nos vengan a la mente deberían haber pensado, más de una vez, en convertirse en terroristas. Los 860.000 judíos que en 1948 fueron forzados a emigrar de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Yemen, Iraq, Siria y el Líbano se hubieran dedicado a incendiar mezquitas, incitar al resto de los judíos a que odien a los musulmanes, asesinarlos deliberadamente, generar miedo entre las sociedades islámicas, difundir su causa y tratar de legitimarla ante los ojos del mundo. Muy lejos de esto, los judíos se dedicaron a transformar un desierto en un jardín.
Por último, ¿Qué es la “opresión occidental”? O mejor dicho, ¿Qué clase de opresión puede justificar semejantes atrocidades? Sea cual fuera la respuesta elegida, el jefe de gobierno de una gran democracia y reconocido experto en terrorismo tiene algo para decirnos:
«Por su propia naturaleza, el método inhumano elegido por los terroristas para obtener su fin descalifica el fin desde el principio como uno merecedor de apoyo moral. Aunque su propósito declarado esté invariablemente disimulado en el lenguaje de la libertad y los derechos humanos, hay una contradicción intrínseca entre esos declarados fines y el método elegido para implementarlos (…) Aquellos que deliberadamente tiran bombas contra bebes no están interesados en la libertad y aquellos que pisotean los derechos humanos no están interesados en defender esos derechos. No es que solamente el fin de los terroristas no justifica los medios que eligen; su elección de medios indica cuáles son sus verdaderos fines. Lejos de ser luchadores por la libertad, los terroristas son los precursores de la tiranía.»
¿Por qué es importante detenernos en estas opiniones y refutarlas?
Porque todas persiguen el banal propósito de justificar a los terroristas, cuando no los convierten en víctimas. Lo cierto es que el terrorismo islámico nihilista, troglodita y asesino no merece justificación alguna. Más que buscar y buscar causas racionales al fenómeno más irracional de nuestros tiempos, deberíamos sentarnos un minuto y decidir cómo queremos encararlo. A mi entender, las alternativas que tiene el mundo occidental son dos, y demasiado claras:
Alternativa A
I) Destruir las principales agrupaciones terroristas: Al Qaeda, El Hamas, Hezbollah y La Jihad islámica. Esto significa desarmarlas, capturar – o en su defecto, asesinar – a sus líderes, cortar sus redes de financiamiento y desmantelar sus nichos dentro de occidente.
II) Aislar política y económicamente a los países que financian, protegen y propagan el terrorismo islámico ( con Irán a la cabeza), y evitar que accedan a tener armamentos nucleares.
III) Mejorar la seguridad fronteriza, ensanchar el presupuesto de los servicios de inteligencia, proteger a los países débiles que se encuentran al rojo vivo del terror (Pakistán y Afganistán, por ejemplo) e incluir cláusulas legales que juzguen a los terroristas como tales (Argentina suma más de 100 víctimas en dos atentados terroristas y no ha hecho esto).
IV) Reducir la dependencia del petróleo árabe buscando fuentes alternativas de energía. No solamente disminuiríamos las víctimas de los cohetes y las bombas terroristas compradas con el oro negro, sino que le haríamos un gran favor al medio ambiente.
En definitiva, dejar de lado el discurso políticamente correcto y tomarnos el tema en serio.
Alternativa B
No hacer nada.
Si Winston Churchill viviera en esta época, diría que estamos ante la alternativa de la guerra o la alternativa de la vergüenza. Si elegimos la alternativa de la vergüenza, vamos a tener guerra. Pero para ese momento, tal vez sea demasiado tarde…
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